De las ruinas al renacimiento
Hoy, 9 de marzo, me siento angustiado. Un torbellino de pensamientos no me deja en paz. Mi corazón grita, mi mente no descansa, y en mi reflejo solo veo decepción. Me digo que no estoy haciendo lo suficiente, que soy un inútil, que no avanzo. Me pesa el miedo de no poder sostener a los míos, de no ser el compañero que quiero ser, el hijo que mi familia espera, el trabajador que merece reconocimiento. Me pesa la sombra de quienes me han herido, de quienes me subestimaron, de quienes quisieron apagar mi luz.
Estoy cansado de la rutina, del vacío que deja el esfuerzo sin frutos, de la incertidumbre económica, de sentir que doy pasos en falso mientras otros avanzan con firmeza. Me rodean personas que no suman, que desgastan, y cada día siento que camino en una jungla donde el peligro acecha incluso en mi propio círculo.
Pero en medio de esta tormenta, hay una verdad que no puedo seguir ignorando: yo no soy mi sufrimiento. No soy el niño golpeado por la injusticia, no soy el joven silenciado por el miedo, no soy la versión de mí mismo que otros quisieron quebrar. Soy más fuerte que todo eso.
Sí, me hirieron. Sí, me equivoqué. Pero hoy me doy cuenta de que no vine a este mundo solo a sobrevivir. Vine a vivir, crecer, construir, inspirar.
Me di cuenta de que cada herida es un aprendizaje. Que cada golpe del destino es un recordatorio de que aún respiro, aún tengo oportunidad de cambiar mi historia. No quiero seguir golpeándome con mis propias palabras. Quiero que mis pensamientos sean alas, no piedras.
Tengo una misión, aunque aún no la entienda del todo. Quiero ayudar, quiero aportar, quiero ser luz en la vida de quienes me rodean. Pero primero, necesito ser luz para mí mismo. ¿Cómo podré dar amor si no me amo? ¿Cómo podré sanar si no me doy el permiso de dejar atrás el dolor?
Hoy me hago una promesa. A mi cuerpo, a mi mente, a mi espíritu. Voy a reconstruirme. No importa cuántas veces caiga, voy a levantarme. No importa cuánto miedo tenga, voy a seguir adelante. Porque al final, no me llevaré nada de esta vida, más que la satisfacción de haber peleado hasta el último aliento por mi propósito.
Seré líder de mi propia vida. Seré el amigo, el compañero, el hombre que quiero ser. Y cuando mire hacia atrás, no veré solo cicatrices, sino un camino lleno de victorias.
Hoy me abrazo. Me perdono. Me levanto.
Porque el sol siempre vuelve a salir, y esta vez, voy a brillar con él.
Comments
Post a Comment